Según un reciente informe del Instituto Cervantes “El español, una lengua viva”, la pujanza del español en el mundo es tal que hoy ocupa la cuarta posición por número de hablantes nativos y la segunda como lengua de uso para comunicaciones internacionales. Más de 450 millones de personas hablan español y se prevé que esta cifra siga aumentando hasta llegar al 7,5% de la población mundial en 2030. Y aún se espera más: en 2050 Estados Unidos se habrá convertido en el primer país hispanohablante del mundo.
En el pódium de las lenguas más habladas en el mundo como idioma nativo, actualmente el oro se lo lleva el chino, mientras que la plata es para el inglés y el bronce para el hindi. Sin embargo, todo indica que, en menos de 20 años, el español ocupará ya la segunda posición. Como lengua de comunicación internacional, solo el inglés se utiliza más que el español. Esta notabilísima presencia del español en los diferentes ámbitos de la vida tiene un enorme mérito, sobre todo si tenemos en cuenta que hasta hace no tanto tiempo se trataba de un idioma visto por muchos como de “segunda categoría”. El francés, el inglés y el alemán se han considerado en determinadas épocas lenguas de la ciencia, el conocimiento o la literatura, mientras que el español era, a menudo, devaluado como una rama secundaria del latín. Esta visión poco halagüeña del español ha sido defendida incluso por hispanohablantes tan reconocidos como Borges, que prácticamente solo salvaba a Cervantes y Quevedo de entre todos aquellos que intentaron crear algo precioso (pensamiento, sentimiento o literatura) partiendo del español.
Las cosas han cambiado, y hoy todo apunta al optimismo en lo que respecta al avance del uso del español. Además de Estados Unidos, también Brasil está experimentando un auge considerable de la lengua española. Se estima que hay en el mundo alrededor de 60 millones de personas que no pertenecen al universo hispano y que usan o conocen el español en algún grado. Así, a la hora de valorar el progreso del español, a los 21 países hispanohablantes que hay en el planeta les debemos sumar el peso de los países donde el español es la segunda lengua, así como los muchos en que constituye un idioma cada vez más elegido como materia de estudio.
Quedan, con todo, parcelas de debilidad del español, como son su escaso peso en las universidades europeas y en el mundo empresarial, junto con un pobre 7% de uso en Internet, a años luz del 70% del inglés. Dado que cerca del 15% del PIB de un Estado se asocia a la influencia de que es capaz su lengua propia, resulta decisivo tener presente que la prosperidad económica de un país depende, también, de la fuerza social del idioma de sus hablantes. Y esta fuerza no debe ser desdeñada, pues el español se caracteriza por ser una lengua homogénea, utilizada en países mayoritariamente contiguos y con un índice de comunicatividad muy alta, además de estar en franca expansión y de constituir el vehículo de una cultura internacional.